Todo parecía un día normal en la
vida de Thomas, hasta que abrió la puerta de su departamento y observo lo que
parecía un desierto entre cuatro paredes.
Su primer pensamiento fue de que
le habían robado, y luego lo peor… el bebe y su esposa.
— ¡Oh Dios!— grito Thomas, buscó
por las habitaciones, la cocina y ningún rastro de su esposa e hijo.
Por ultimo para aligerar el
malestar y poner sus ideas en orden antes de dar aviso del hecho, decidió ir al
baño y descargar un poco de tensión.
Al abrir la puerta su asombro fue
mayor que el de momentos atrás. Sus ropas y cosas personales estaban
diseminadas en todo el interior.
La idea del robo y la
desaparición de su bebe y esposa fueron descartadas…su familia lo había
abandonado. Su confusión y desaliento crecieron aun más y decidió llamar a su
esposa, la voz entrecortada del otro lado del teléfono le dio a entender que
había estado llorando.
—
¿Que paso?— le pregunto Thomas.
—
Te quite responsabilidad, no quería que mi bebe y yo
fuéramos carga para ti. Dijiste que estabas cansado de tanta responsabilidad— Contesto
ella.
—No, no me entendiste, siempre me
dice que te diga como me siento y mira lo que pasa cuando lo hago. Mi bebe y tu
son mi vida, lo que dije fue por la oficina; tengo un poco de presión— Le
aclaro él. Los sollozos no se hicieron esperar.
—
¿Y el bebe?— pregunto Thomas.
—
Llorando por ti,
te espera para dormirse— Contesto ella.
Cuantas cosas suceden cuando
actuamos a la ligera. Es mejor aclarar las cosas una vez por todas; para no
arruinar el mañana.
Por:
Licenciado Francy Martínez
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