llego a la noche tan agotada.
__ ¿Él te obliga
a trabajar tanto?
__ ¡No!
Esa fue la conversación
que sostuve con la señora x, una mujer traicionada, resentida y con un número
indeterminable de interrogantes. La señora x, entendía que era una excelente
mujer y que de no ser así: entonces ¿Qué era ser una buena mujer?
Lo peor de todo,
era que las mujeres que son buenas, tenían mala suerte, me comento con mucho
pesar. Mi reacción fue de observación y un silencio sepulcral, digno de su
dolor y frustración. Al parecer, en ese momento estábamos enterrando lo poco
que le quedaba de autoestima.
Su cabello
recogido, un jean desgastado y una camiseta dos tallas más grande que la que debería
usar, calzada con unos zapatos deportivo, no muy femenino. Mi silencio la conmovió
al punto de preguntarme: __ ¿Por qué me miras de esa forma, me asusta?
Sin ningún reparo
le conteste: __ Deja de hacer todas esas cosas que haces para él y comienza a
realizarla para ti. Porque te gusta, porque te sientes bien, porque tener todo
en orden te produce confort.
Y saca tiempo
para descansar, separa un fin de semana en un resort de tu agrado, arréglate para
ti, de vez en cuando deja que el cuide los niños y comparte con tus amigas. Eso
no quiere decir que no cumplas con tus obligaciones como esposa.
Ella sonrió y encogió
los hombros, hablamos de una que otras banalidades y nos despedimos. No volví a
verla hasta después de muchos meses, que me la encontré en un centro comercial
por casualidad. Iba agarrada de las manos, de un hombre joven, atlético y alto.
Me abraso, me
presento a su esposo y a su tercer hijo, que nacería en dos meses. Le dije que hacían
una hermosa pareja y que tendrían un bello y sano bebe a juzgar por los padres.
Nos despedimos con una sonrisa de complicidad.
Por:
Licenciado
Francy Martínez
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