En un mundo que se nos presenta acelerado y turbulento, donde vivir a prisa
es la norma; ya no hay tiempo para disfrutar de la plenitud. Se tienen
relaciones sexuales desenfrenadas, sin conciencia del gozo, de la gratificación
que generan dos cuerpos entrelazados intercambiando fluidos y un sin números de
información trascendentales.
Se alimenta el cuerpo contando calorías y restando armonía. Se duerme pocas
horas para obtener más tiempo para hacer cosas, perdiendo la vida tratando de
encontrarla; se echa por la borda el sentido en busca de dirección.
El accionar debe ser aprisa, dejando a un lado los detalles, esos pequeños tesoros
que son lo que hacen que todo sea más energético, revitalizador. Se hace cuesta
arriba encontrar el equilibrio viviendo con tanta velocidad, con tantos ruidos.
¿Se debe valorar la calma? Es una pregunta que todo ser humano debería de
hacerse si pretende alcanzar un nivel de vida más trascendental. Es muy posible
que si el individuo se quedara en calma por algunos segundos se dé cuenta que
quizás no era tan necesario amontonar tantos bienes.
Qué triste es ver como se ha perdido la risa de un niño, que no se disfrutó
de un orgasmo por estar tan cansado, que se frustraron tantos encuentros con
los seres amados por que el reloj presionaba. Y así se gasta la existencia dejando
la sensación de nada.
Solo la calma nos enseñara a reconocer la voz de la Verdad, la tristeza
detrás de una sonrisa, los colores del arcoíris y un alma enamorada.
Por:
Licenciado Francy Martínez
licenciadofrancy@gmail.com
francymartinez103@hotmail.com
@francymartinez5
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